La reflexión del fin del mundo

Las películas que muestran los sentimientos más escondidos y funestos del comportamiento humano siempre causarán un impacto mayor en el espectador. Es como un espejo donde vemos reflejadas todas nuestras miserias. Y es que como raza dominante de esta esfera celeste llamada Tierra, la verdad dejamos mucho que desear. Don’t look up (No mires arriba) es la propuesta navideña de Netflix que ha puesto a pensar a medio planeta. El argumento suena repetitivo y hasta cansino: un enorme cometa se acerca directo a la Tierra y promete no dejar títere con cabeza, mientras la comunidad científica, gobierno y poderosos en general deciden qué hacer. Eso suena bastante a Armagedón, Impacto profundo y El día después de mañana, pero lo fantástico de esta película no es su historia, sino cómo se cuenta esa historia (fórmula exitosa en tiempos contemporáneos donde ya todo está dicho en materia de creatividad).

Aunque el elenco luce preñado de estrellas (DiCaprio, Lawrence, Streep, Hill, Blanchett, Chalamet, entre muchos otros), aquí el verdadero héroe es el director y guionista Adam Mckay (Antman, Anchorman y Guerra de papás), quien aborda tremendo tema con una comicidad y desparpajo realmente deliciosos. Maneja un humor negro mordaz y agudo, pero más fino que un whisky escocés de 18 años. Cada porción de diálogo es realmente una obra de arte y conlleva una reflexión que nos rompe la cabeza inmediatamente después de la risa. Poco importan los efectos especiales (bastante bien hechos, por cierto) porque la estrella de esta historia no tiene apellido, solo nombre: GUION.

De todas maneras es inevitable hablar de las actuaciones con tanto famoso en la plantilla histriónica. Comencemos por los protagonistas: Leonardo Dicaprio y Jennifer Lawrence tienen un arco dramático muy interesante, al pasar de astrofísicos desconocidos a pseudo estrellas mediáticas que se desgañitan por hacerle entender a la humanidad la gravedad del asunto. Leo tiene un par de escenas donde explota y se ve sencillamente fantástico, sin embargo no sé si le alcance para alguna nominación en tiempo de premios. Meryl Streep y Cate Blanchett se ven adorables en sus papeles de presidenta superficial y presentadora de TV seductora, respectivamente. Ninguno de los 2 roles llega a destacar de forma superlativa pero no hay duda de que ambos talentos engalanan cualquier elenco con su sola presencia. También vemos a Timothee Chalamet y Ariana Grande en papeles bastante secundarios e intrascendentes pero, al ser un imán para la audiencia joven (esa fue una buena maniobra de marketing), hasta se justifica su presencia.

Punto aparte merece el consagrado actor Jonah Hill que encanta con el fabuloso personaje del asesor/hijo de la presidenta. Cada línea de su diálogo está cargada de sarcasmo, ironía, reflexiones filosóficas, gags extraordinarios y verdades incómodas, convirtiéndolo en casi protagonista sin proponérselo. Esto confirma la madurez del buen Jonah, guerrero de mil batallas hollywoodescas y ganador de un sinnúmero de merecidos premios.

En definitiva, una película para pensar no solo mientras la ves, sino mucho después de haber apagado el TV. No es la primera vez que un film obvia el hecho del fin del mundo para darle paso a la reflexión: pudo ser un meteorito, los aliens, alguna peste o hasta los robots (algo que Hitchcock llamaba Mc Guffin), aquí lo importante es saber que no estamos preparados para nada (el Covid ya lo demostró) y que somos simplemente una civilización de animalitos ignorantes en la gran inmensidad del universo. La respuesta a todo siempre ha estado dentro de nosotros, pero no nos interesa descubrirla, porque una mentira bien adobada siempre sabe mejor.

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