Super Mario Bros

Super Mario Bros

Mi primer contacto con el fontanero italiano más famoso de la historia se dio en 1989, la consola de Atari ya estaba de salida y un nuevo sistema de videojuegos llamado Nintendo Entertainment System (NES) revolucionaba la industria. Yo jugaba en la casa de un amigo porque mis padres nunca tuvieron los recursos para afrontar semejantes regalos. Con imágenes muy pixeladas y sonidos electrónicos novedosos, escapé de mi realidad por miles de horas. Y es que esta historia tenia de todo: el héroe sencillo y hasta débil, la princesa glamorosa, el villano monstruoso, hongos que te hacían crecer, estrellas que te volvían invencible; en fin, todos los elementos que hacen a un relato inolvidable.

El día que anunciaron el estreno de la película live-action estaba realmente emocionado. Era 1993, y una segunda versión de la consola ya había sido lanzada con gran éxito (Super Nintendo). Nada podía salir mal con una historia tan exitosa, un elenco que incluía al fabuloso Dennis Hopper y un presupuesto gigantesco, pero al salir del cine salí tan decepcionado como otros miles: había presenciado el bodrio resultante de pasar a Mario Bros de lo digital a la realidad.

Pasaron casi 3 décadas para que los productores de Illumination (Minions, Lorax, Sing) se dieran cuenta de que era justo y necesario mantener a Mario en el formato animado (aunque creo que una combinación tipo Space Jam podría funcionar muy bien), el resultado son $1.022 millones recaudados a nivel mundial en tan solo un mes, superando a otros monstruos de taquilla como Jurassic World.

¿A qué se debe este éxito sorprendente que hace palidecer a los mismísimos estudios Disney? Una historia coherente, sin mayores pretensiones que entretener y evocar las verdaderas raíces del juego, una banda sonora apropiada, encabezada por el sorpresivo éxito Peaches (interpretado por Jack Black), un elenco fabuloso que incluye a Chris Pratt y Anya Taylor-Joy, y sobre todo una apuesta fresca, sin imposiciones forzadas para las minorías.

Parece que el futuro de Mario está lleno de aventuras promisorias y éxitos de taquilla. Yo, por mi parte, le compré el último Nintendo Switch a mi hija de 16, solo que a ella no le gustan los videojuegos. En realidad es un gusto personal, también es un homenaje a mis viejos que hicieron de todo para lograr mi bienestar pero a mi nunca me pareció suficiente. Ahora puedo comprarme estos lujos, pero el verdadero lujo es conservarlos a ellos vivos.

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