Inmaculada: Sorpresa terrorífica

Ya no cabe duda: Sidney Sweeney es la actriz del momento. Atrás quedaron papeles rebeldes e incipientes como el de Euphoria, ahora se ha convertido en una artista multifacética, capaz de moverse con comodidad en casi todos los géneros, pero Inmaculada, su nueva película de terror, es la consolidación de una carrera muy sólida que apenas comienza y promete no tener fin. El novel director Michael Mohan ya nos había sorprendido en The Voyeurs (también con la actuación de Sweeney) pero esta vez nos trae un thriller psicológico/religioso que realmente sorprende.

Confieso haber ido al cine con pocas expectativas y con una sinopsis muy escueta: La Hermana Cecilia (monja gringa) llega a un convento antiguo, ubicado en una campiña italiana de ensueño, pronto descubrirá que el lugar alberga un pasado oculto y terrorífico. No quise averiguar más e incluso me negué a ver el trailer para buscar cierta sorpresa forzada, aunque la historia no me convenciera. Pero fue precisamente la historia la que me atrapó de inmediato, internándome en el mundo religioso más profundo y arcano, descubriendo ciertos ritos practicados por las monjas (de los que casi no se habla) y planteando un sencillo conflicto que podría revolucionar al mundo moderno: ¿la divina concepción repetida en una monja?

Aunque la trama evoca a clásicos de contenido similar como El bebé de Rosemary, La Profecía o El Cuerpo con Antonio Banderas (espectacular joya casi olvidada que recomiendo a rabiar), sigue su propio camino y vaya que los mantendrá al filo de su asiento esperando el asombroso desenlace. Si bien tiene los típicos sustos de cualquier película de terror, Inmaculada sorprende por su ambientación, vestuario y decorado que nos traslada realmente a las catacumbas más siniestras de la iglesia católica.

En el reparto me sorprendió ver a un Álvaro Morte (La Casa de Papel) bastante sobrio en su papel del Padre Sal Tedeschi, personaje que hace ver al famoso “Profesor” de la serie como un niño de pecho; y a la italiana Benedetta Porcaroli (protagonista en la aclamada serie Baby de Netflix) como la Hermana Gwen, mejor amiga del personaje principal. Si bien no llega a la maestría de otros títulos clásicos que fueron convertidos en culto, el film cumple con su cometido y nos deja pensando que quizá algo no está bien con esos ritos religiosos establecidos hace tantos años. La escena final es realmente perturbadora y muestra a la actriz de moda brindándonos la que quizá sea la mejor de sus interpretaciones hasta la fecha.

En conclusión, esta no es una película más de Sidney Sweeney, ni tampoco una película más de conspiraciones siniestras de la iglesia, es un ejercicio espiritual que nos hace descender al infierno y resucitar cuando aparecen los créditos finales. Algunos entendidos lo llaman catarsis, yo lo llamo la magia del cine.

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