The Bear lo tiene todo

Cuando todos te recomiendan una serie, sabes que vas a la segura. Me pasó con la Casa de Papel, Breaking Bad, Dexter y muchas más pero debo reconocer que The Bear no es para todas las audiencias: mi hija de 17 empezó a verla y se aburrió hasta el colapso. Es que este ejercicio creado por Christopher Storer se debe digerir lentamente, o usando el tema del argumento, es una slow food para gozársela de a poco. El tema de la comida ya ha sido abordado antes pero ninguno de esos títulos ha tenido el éxito mundial y definitivo de este seriado que ya ha ganado 10 Emmys y 3 Globos de Oro. El argumento es sencillo: Carmy Berzatto es un chef laureado, acostumbrado a trabajar en los mejores restaurantes de París y de pronto, se ve trabajando en la pocilga familiar, propiedad de su hermano fallecido en Chicago. A partir de aquí, Carmy se sumerge en un mar de problemas que van desde conseguir financiamiento hasta arrear a un grupo de trabajadores aún más melindrosos que el negocio. En el medio de todo esto, debe pasar por una retrospectiva de su vida y arreglar todo lo que dejó roto al irse.

¿Pero qué es lo que hace tan especial a The Bear? Para comenzar sus personajes: Jeremy Allen White es su protagonista absoluto, dueño de un encanto inusitado, mezcla de visitante misterioso con bello introvertido que de vez en cuando explota dulcemente y atrae miradas de todos los géneros (dato curioso y que no viene al caso pero entretiene: actualmente tiene un romance con la cantante Rosalía). La genial Ayo Edebiri es Sidney, su mano derecha en el negocio que sueña con su propio restaurante y siempre piensa en los demás antes que en ella. Reto a cualquiera a no enamorarse de este personaje desde el primer minuto en que aparece en pantalla. Creo que no soy el único que desea que esta parejita de negocios se convierta en pareja sentimental (quizá se dé en la cuarta temporada). Ebon Moss-Bachrach es el primo Richie, antiguo socio del muertito, cerrado a la vieja usanza y preocupado por su familia, aunque la suya propia se desmorona ante sus ojos.

Incluso los muy secundarios son realmente encantadores y con arcos dramáticos bien definidos (hasta vemos pasar a Molly Ringwald y Bob “Saul” Odenkirk por un par de capítulos) pero lo que engalana realmente este trabajo es la participación de Oliver Platt y Jamie Lee Curtis. Oliver está realmente señorial como el acaudalado tío Jimmy, tabla de salvación de toda la familia pero que ya está cansado de no ver réditos, es cómico, mentor, agresivo y dramático en un solo personaje, simplemente fabuloso. Y qué podemos decir de Jamie Lee, en el papel de la matriarca de la familia, con serios desordenes de conducta y con una pesada culpa que la obliga a desaparecer, se asoma poco pero cuando lo hace, ilumina todo. Les recomiendo un capítulo a manera de flashback de la segunda temporada que se llama “Fishes” y que narra una cena navideña caótica de la familia Berzatto de ascendencia italiana: una obra de arte.

Los colores siempre son fríos, alegando una falta de humanidad en sus escenas, pero a la vez tan identificables para cualquier ciudadano del mundo, la música es oportuna y poco invasiva. El tiempo puede marcar la parsimonia y el ahogo rutinario del día a día en una típica ciudad gringa, pero también muestra el frenetismo en el interior de una cocina afamada. Una montaña rusa de emociones que tarda un poco en desarrollar, tiempo suficiente para que se vayan yendo los amantes de la inmediatez y el argumento fofo, solo nos quedamos los valientes, los que queremos sufrir junto a los personajes las vicisitudes de estar vivos, los que nos identificamos con la nada para rematar en una catarsis del carajo, de esas que te quedan haciendo ruido de por vida…

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