
Este año he tratado de ver y analizar casi todas las películas nominadas al Oscar para tener un criterio completo antes de hacer mis apuestas para la gran noche del cine. Cónclave fue una de las últimas y ya estaba un poco agotado de tanto drama, pensé que esta era otra historia de sacerdotes con los conflictos propios del clero, al estilo Los Dos Papas, que no me llaman para nada la atención. Sin embargo, el elenco me atrajo como luciérnaga a la luz: Ralph Fiennes (El Paciente inglés, La Lista de Schindler), ya no tiene nada que probar, primerísimo actor británico que encabeza la lista con una actuación sobria y realista. Los secundarios son una delicia: John Lithgow (Bombshell), me hice fan de él con una serie llamada Third rock from the sun; Stanley Tucci (The Devil wears Prada), para mi, uno de los mejores actores de soporte en la actualidad y Sergio Castellitto (Las Crónicas de Narnia: el Príncipe Caspian), casi desconocido en Hollywood pero que, en esta historia, es un agradable relief al interpretar al Cardenal Tedesco, un simpático pero oscuro aspirante al trono del Santo Papa. La leyenda Isabella Roselini está también nominada, nadie niega su gran carrera y capacidades histriónicas pero el personaje de monja interpretado por ella carece de alma y tiene muy poca participación en la historia, esas son las incongruencias de la Academia.
El argumento es sencillo: el Papa ha muerto y el Cardenal Decano Lawrence (Fiennes) debe organizar el cónclave para elegir al nuevo Sumo Pontífice, pero pronto se dará cuenta que la traición y el engaño ronda por todos los miembros de tan santo evento. A manera de puzzle político, el protagonista tendrá que aplicar estrategias y descubrir complots para llegar al pináculo del poder. La llegada de un extraño cardenal a última hora, le pone más intriga a una reunión a puerta cerrada y heridas abiertas. La historia, basada en la novela del famoso escritor Robert Harris (quien también es productor del proyecto), mantiene en tensión a la audiencia en todo momento y tiene un punto de giro sobre el final que los dejará con la boca abierta, de los mejores y más sorprendentes finales que he visto en mi vida.
El área técnica solo puede recibir elogios, tiene una gran fotografía (aunque no fue nominada en esta categoría) que muestra impresionantes áreas internas del Vaticano. Es obvio que la Santa Sede no concede permisos para filmar en sus antiguos y secretos salones, por lo que la escenografía tuvo que salir de la imaginación de la famosa diseñadora de producción Suzie Davies, con recreaciones de la Capilla Sixtina y otros ambientes secretos del Vaticano. Otro punto alto es el vestuario, magistralmente diseñado para contrastar en colores con los antiguos muros y darle vida propia a las emociones que se viven en aquel recinto. La música incidental es también un acierto, al no ser propiamente religiosa sino más bien, acompañar a los personajes en sus luchas internas y externas.
En definitiva, una gran película, que se disfruta paso a paso y que merece ser una de las más nominadas (8 categorías). Su director es el alemán Edward Berger, bastante nuevo en USA pero con una prolífica carrera en Europa en cine y TV. La Iglesia Católica, muy venida a menos en los últimos tiempos, gracias a sus propios errores y falta de renovación, es retratada con frialdad y crudeza para demostrar que en todos lados “se cuecen habas” y que el hombre es un animal político, lo quiera o no, simplemente porque viene en su ADN. Como en todas las instituciones, existen los buenos, los malos y los neutros, pero la audiencia nunca quedará indiferente ante una historia de intriga y pasión, al más puro estilo de las novelas policíacas antiguas. Queda demostrado una vez más que el diablo no elige al Papa, pero sí elige a los que lo eligen…