
Final Destiny se ha convertido en una franquicia exitosa porque ha logrado despertar y mantener uno de las características que más definen a la raza humana: el morbo. Y es que, a pesar de que a este oscuro interés siempre se lo ha relacionado principalmente con la sexualidad, no existe otra costumbre malsana que supere a nuestra fijación por la muerte, y todo lo que esta conlleva. En los países del tercer mundo es común ver embotellamientos de tráfico gigantescos que se deben a un accidente, pero el caos no se forma por el siniestro per sé, sino porque la gente pasa lento para saborear en vivo y en directo el horror de la muerte y el estado calamitoso de sus víctimas. Un instinto lúgubre pero entendible, ya que todos vamos indefectiblemente hacia allá.
Después de 25 años de su primer estreno, la saga sigue tan fresca como sus predecesoras, y se convierte en un verdadero reto creativo para los guionistas de la sexta entrega, subtitulada Lazos de Sangre. Esta vez la historia viaja al pasado, conectando con maestría hechos antiguos con sucesos actuales, y demostrando con categoría, que con la muerte no se juega. Stefani (Kaitlyn Santa Juana) es una jovencita universitaria que tiene reiteradas y terribles pesadillas con una antigua torre que se incendia y se derrumba, causando el pánico entre sus asistentes. Pronto descubre que estos malos sueños tienen conexión con su abuela Iris (Gabrielle Rose), que se salvó de un siniestro similar en la década de los 60s. Al contactarla e ir uniendo cabos, todo empieza a tener sentido pero también se complica, al ir muriendo cada uno de los miembros de la familia, que no debieron existir. Desde aquí, el viejo juego de suspenso será el mismo: el espectador esperando la muerte, pero ignorando la forma, cayendo en muchos trucos y pistas falsas para ser sorprendidos por las más novedosas y espeluznantes formas de fallecer.
A pesar de ser considerada ese tipo de películas casi clase B, para verlas con amigos y consumir cantidades industriales de palomitas de maíz, disfrutables solo para adolescentes y gente con pocas aspiraciones cinematográficas, logra su objetivo: divertir al público (por lo menos al que gusta del terror y el gore moderado). ¿Y cuál es la máxima aspiración del cine si no es entretener a la audiencia? Dejando atrás a los puritanos e intelectuales del séptimo arte, viene bien conceder licencias artísticas para disfrutar de un poquito de placer mundano y violento, siempre separando sanamente la ficción de la realidad. Con esta entrega, se me vienen a la mente algunos ejemplos de historias que nos han hecho reflexionar acerca de la muerte y sus intrincados caprichos, como Saw, Hostel, Meet Joe Black y todas las slasher con toneladas de sangre incluida.
La conclusión podría ser más que profunda y filosófica: ¿es la muerte el final o solo el comienzo? ¿Son nuestros destinos programables y cambiantes o ya vienen marcados por el dolor y la tragedia desde que nacemos? Al más puro estilo del teatro griego y el drama shakespereano, este tipo de historias nos hace reflexionar acerca de nuestra fragilidad y qué tanto podemos influenciar nuestras propias vidas al punto de cambiar de rumbo solo con nuestros actos. Como decía mi abuelita: “Si no está pa ti, ni aunque te pongas, y si está pa ti, ni aunque te quites…”