Atrapado en un 4X4

Cuando vi el trailer de Locked me quedé como loco, me admiró la sencillez de la trama, la atmósfera claustrofóbica y ver a Anthony Hopkins en plenitud cinematográfica a sus 87 años. Esperé su estreno comercial con paciencia (justo a esta no me invitaron a la premiere) y la disfruté de principio a fin, bocado a bocado, como la comida en esas cenas que sabes, son irrepetibles. Pronto me enteré que estaba basada en una película argentina del 2019 llamada 4X4. Sentí que debía analizar esa versión antes de emitir cualquier comentario y hoy puedo decir que he completado el proceso. Es el momento de sacar conclusiones a uno de los guiones más inteligentes y a la vez descuidados que he visto. Se hace fácil decirlo, pero toma una compu y ponte a escribir un guion de 90 o 100 páginas con una historia que vuele la cabeza. Soy guionista y conozco más que nadie el doloroso proceso de crear, por lo que, antes que nada, quiero rendir tributo a los guionistas originales, gracias Mariano Cohn y Gastón Duprat.

Es inevitable la comparación, obviamente, pero debo empezar por decir que son completamente distintas. La diferencia entre la cultura gringa (más fría, de consumo, con muchas más oportunidades) y la latinoamericana (gente apasionada, pobreza extrema, cero posibilidades de crecer a menos que emigres) hizo que tuvieran inicios y finales totalmente disímiles, y está bien. De lo contrario, hubiera resultado más inverosímil de lo que ya puede resultar el quedar atrapado en un vehículo por varios días y que nadie se dé cuenta. La historia es la que cambia de una obra a otra, pero la atmósfera desesperante es la misma. La tecnología nos muestra una vez más que puede ser utilizada para fines siniestros (como en Black Mirror) y esta vez ayuda a dar un poco de credibilidad a la trama (al contrario de lo que pasa con remakes de películas que en su tiempo no tenían estos recursos).

Tanto Bill Skarsgard (It, The Crow, Nosferatu) como Peter Lanzani (El Clan, Argentina 1985) cumplen a cabalidad sus papeles de ladrones fracasados, obligados a llevar su redención al extremo. El papel del perturbado y maquiavélico doctor que organiza la trampa mortal, disfrazada de camioneta de gama alta, también tiene a 2 genios en sus respectivas áreas: Anthony Hopkins (El Silencio de los Inocentes, Los 2 Papas, The Father) y Dady Brieva (Incorregibles, El Ciudadano Ilustre). Pero aquí, la versión gringa toma ventaja, no por la calidad y el talento de sus intérpretes, sino porque las historias los tratan diferente, y en este aparatado se luce más el actor británico. En ese camino final diferente que decidieron tomar los escritores argentinos (los originales), aparece la figura del primer actor Luis Brandoni (El Hombre de tu Vida, La Odisea de los Giles) como un policía que trata de aliviar una situación insostenible en plena calle, a mi gusto, un elemento innecesario. ¿Cuál es mejor? Niguna y las 2 a la vez, mi recomendación es que vean ambas, para tener una experiencia 360.

El ingenio para utilizar todos los elementos del auto como objetos de tortura es inigualable, el encierro va tomándose la pantalla y empieza a asfixiar al público también, pero aquí vienen los reparos: salvarse era tan fácil como mover el carro insistentemente hasta que alguien se diera cuenta (está insonorizado y con vidrios polarizados, pero sí se lo puede mover desde dentro). Pasan transeúntes, policías, vagos, prostitutas y mil personas más, sin inmutarse, ahí existe un error gravísimo que excede a toda lógica. ¿Películas como esta? Muchas: The Phone Booth, Saw, The game, Hard Candy, entre muchas otras. ¿Algún otro guion tan sencillo y brutal como este? Ninguno, sin miedo a equivocarme. Un verdadero salto futurista que se basa en la simpleza de un segundo, un trompo de madera manejado por una mano robótica de última generación, un guiño del futuro ejecutado por el ojo de un huracán…

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