
Fui al cine con muchas expectativas, pues ya había escuchado buenos comentarios de la cinta, y para un amante perdido del cine de terror, encontrar buenas películas se ha convertido en una misión más imposible que la de Tom Cruise. Pero lo primero que me llamó la atención fue el extraño título original en inglés: Weapons. Después entendí perfectamente la intención del guionista y director Zach Cregger, responsable de Barbarians (otro peliculón), que venía con la presión de haber pegado un hit en su opera prima. El hecho de usar a las personas como armas por medio de la brujería me pareció un recurso novedoso, pero todavía no entiendo por qué un fusil gigantesco levitaba encima de la casa del niño protagonista con un número y una hora que parecen tener otras connotaciones (se me hace un capricho innecesario del director, a menos que salga a aclarar cuál fue su cometido). No podría decir que es exactamente una historia de terror, aunque tiene varias escenas sorpresivas que te hacen saltar del susto, y a pesar de que el inicio es demasiado lento para mi gusto, se logra consolidar en una de las mejores cintas del año, sin despeinarse.
Vamos con los intérpretes: actuación sobria y magistral (como siempre) de Josh Brolin (para mi, nunca dejará de ser el grandioso Thanos) encarnando a un padre desesperado por la desaparición de su hijo, también tiene una estrellita la actriz de moda, Julia Garner (imponente en la serie Ozark) como una profesora alcohólica que se mete en un grave problema cuando desaparecen todos los estudiantes de su clase. El niño debutante Cary Christopher es encantador y muy convincente como el único sobreviviente de su aula. Pero quien se lleva todos los laureles es una veterana actriz, que no solo es la esposa del gran actor Ed Harris, sino también una luchadora de mil batallas cinematográficas como Calles de Fuego, El Campo de los Sueños y En un lugar del corazón. La actuación de Amy Madigan es realmente aterradora, al más puro estilo de Nicolas Cage en Longlegs o Lorna Raver en Drag me to Hell, aparece poco pero hace gala de una contundencia que deja a los espectadores con la sangre helada. Su papel de tía/bruja malvada es llevado a otro nivel, muy lejano de ciertos papeles caricaturescos anteriores. Su cometido es hacer daño, lo hace con aplomo y perversión, no es una exageración pensar que podría recibir su segunda nominación a los premios de la Academia.
Los niños siempre han sido un buen resorte para las películas de horror, probablemente por el contraste entre su inocencia y los más oscuros intereses, se vienen a mi mente verdaderas masterpieces como Los Niños del Maíz, La Huérfana y hasta La Profecía, demostrando que es una buena ecuación en el cine. El novel director no decepciona en su segundo intento de revolucionar el thriller de terror, junto a otros nuevos exponentes como Ari Aster, Robert Eggers y Jordan Peele, avisorando un gran futuro para el desgastado género. Ahora filosofemos un poco sobre algo que siempre ha sido criticado por todos los que amamos el cine: la traducción de los títulos. Sabemos que del inglés al español no se puede ser literal, hay que interpretar el espíritu de la película y reinventar el nombre, pero de ahí a cambiar Weapons por La Hora de la Desaparición, es tan frustrante como cuando me enteré de que al Joker en España le pusieron El Bromas. ¿Cuál es el criterio de los responsables de estas barbaries literarias? En todo caso, si quieren diversión, sobresaltos y un poco de gore con finales inesperados a lo Parasite, han llegado al lugar correcto. Espero, que como los niños de la historia, se pierdan por un momento en la oscuridad de la sala, para salir con menos neuronas y más sonrisas nerviosas.