El Refugio Atómico: adrenalina kilotónica

La Casa de Papel dejó la vara muy alta para Vancouver Media y Alex Pina, después de el éxito global de los ladrones con nombres de ciudades, produjo algunos títulos bastante decentes como el spin-off titulado simplemente Berlín, Sky Rojo y Líneas Blancas. Pero sin duda, su proyecto más ambicioso desde aquella locura mundial es El Refugio Atómico, una apuesta que se reproduce en Netflix y que ya tiene algunas opiniones divididas. Las semejanzas no tardan en venir a la mente apenas se conoce el argumento: un grupo de millonarios ha pagado una cantidad exorbitante de dinero por un refugio nuclear con todas las comodidades y seguridades del caso. El fin del mundo un día simplemente sucede y todos tienen que convivir en un bunker a manera de prisión de lujo. Pronto, la naturaleza humana empieza a aflorar y los conflictos llegan sin previo aviso; esto, sumado a la sospecha de que el día del juicio final es un engaño, exacerba los ánimos hasta convertir el lugar en un polvorín, más peligroso que mil bombas fabricadas por Openheimer.

Y es que las coincidencias llegan a ser escandalosas: un grupo de persona atrapadas en un recinto cerrado, alguien que los engaña y los mantiene de rehenes, las cosas se complican y empieza un todos contra todos que va desde la pelea al sexo impulsivo. Ha cambiado la forma pero el fondo es el mismo: la casa se ha convertido en bunker. Sin embargo, hay muchos puntos a destacar en esta nueva producción como las actuaciones: tenemos a una Alicia Falcó (Las Buenas Compañías) fresca e imponente a pesar de su juventud, al argentino Joaquín Furriel (El Faro de las Orcas) señorial y convincente, además de la apropiada villana Miren Ibarguren (Aída) como la implacable jefa del proyecto. No podemos dejar de mencionar la actuación especial de Enrique Arce, el recordado Arturito de La Casa de Papel y la participación de Montse Guallar (Infieles) como la veterana abuela de la protagonista: divertida, desfachatada y bisexual, una combinación explosiva.

El diseño del refugio merece una distinción, ya que luce moderno pero tiene un toque vintage y colores pasteles que lo asemejan a una Cajita Feliz por dentro. El uso de la tecnología es clave, ya que, dicho por los propios protagonistas, esta es la época en que alguien podría creerse un fin de mundo, tanto por los conflictos mundiales como por no saber qué es ficción y qué es realidad en tiempos de la IA. Como siempre, el guion es pulcro y entretenido, sorprendedor, sin cabos sueltos y lleno de guiños a muchas películas. Los personajes son cuidadosamente construidos, logrando que incluso los secundarios conecten de inmediato con la audiencia.

Como en todas las producciones de Pina, los buenos diálogos y los flashbacks son también protagonistas, planteando dudas existenciales y discusiones cuasi filosóficas. La receta de una buena idea que termina muy mal, ya es un sello representativo del equipo. Obviamente, el periodo de prueba ya pasó y ahora el director goza de un poder omnívoro sobre sus obras, además de presupuestos gigantescos para lograr prácticamente cualquier cosa. En definitiva, se entiende que esta serie de 8 capítulos no llegará al éxito de su predecesora, pero está muy bien para olvidarse de nuestros problemas viviendo los de otros. Por cierto, y esto no es spoiler, el final queda totalmente en continuación, por lo que una segunda temporada parece evidente e inevitable. Por el momento, la carga atómica va en aumento y la vara sigue subiendo…

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