
La casa de las estrellas
Cuando ves a una estrella del talante de Salma Hayek en un papel muy secundario y bastante intrascendente, es señal de que por delante de ella hay una constelación de estrellas que no le permiten brillar en lo absoluto. Ese es el caso de la última película de Ridley Scott (Alien, Blade Runner, Gladiator) llamada La casa Gucci en español. El film tiene muchos aciertos pero el más destacado sin duda es el elenco. Ya es un imán para el público ver juntos a Lady Gaga, Al Pacino, Jeremy Irons, Jared Leto y Adam Driver, pero la sinergia y el histrionismo de cada uno para complementarse y convertirse en un verdadero clan de la decadencia, es sencillamente fabuloso. Me permito ir uno por uno para describir lo acertado de sus interpretaciones.
Adam Driver luce sobrio y maduro en la encarnación de Maurizio Gucci, tercero en sucesión del gran imperio italiano de la moda. Su arco dramático está muy bien estructurado, al evolucionar desde un tímido y pusilánime hijo de papi, hasta un intrépido hombre de negocios y excéntrico millonario. Muy atrás queda el personaje de Kilo Ren en Star Wars, su nuevo personaje ahora maneja realmente el lado oscuro de la fuerza: el dinero.
Lady Gaga me impresionó gratamente, ha logrado una consolidación como actriz de carácter, probando que su éxito en A star is born no fue casualidad. Su interpretación como Patrizia Gucci es impecable y también marca hasta dónde puede llegar la ambición y frustración de un ser humano codicioso y maquiavélico.
Qué se puede decir de monstruos consagrados como Irons (Rodolfo Gucci) y Pacino (Aldo Gucci). Interpretan a los 2 hermanos más longevos y dueños de la famosa marca. Conservador el primero, prefiere permanecer en las sombras y vivir del pasado. Innovador el segundo, a cargo de todos los negocios y de dar la cara al mundo, su forma de gerenciar no es muy inocente que se diga. Ambos actores muy aplomados, con la experiencia y serenidad que les dan los años, le entregan un toque señorial a los personajes más ancianos, que no ven en sus hijos las cualidades para sucederlos en el timón de sus empresas.
He dejado para el final a un actor que ya se consagró con un premio de la Academia pero que no deja de sorprender por su histrionismo y camaleónica capacidad de convertirse en otras personas. Aquí muestra la esencia de su atribulado personaje de manera simplemente genial. Antes, Jared Leto ha mostrado conversiones increíbles con muchas horas de maquillaje y toneladas de talento (Dallas Buyers Club, Suicide Squad, Chapter 27) pero su interpretación como Paolo Gucci, el hijo inútil y estúpido de Aldo, es apasionante. Sus vanos intentos por ser alguien y demostrar alguna capacidad ante su propia familia, marcarán su destino fatal, al igual que su primo Maurizio. Me atrevo a decir que si existe justicia en Hollywood, Leto debería estar nominado a mejor actor secundario en todos los premios del 2022.
Mención de honor para la música, escogida con detenimiento y exquisitez en cada una de las décadas en que se desarrolla el filme. Los planos, edición y fotografía son impecables, como en todos los proyectos de Scott. La ambientación, desde finales de los setenta hasta los convulsionados noventa, aporta miles de detalles que hacen digeribles y muy entretenidas las 2 horas y media de duración. Su estreno coincide con los reclamos de los herederos Gucci, aduciendo que se ha tergiversado la realidad y se ha proyectado a la familia como superficial y despreciable. Esto lo único que ha hecho es aumentar el misterio y el interés del público por conocer la leyenda de cerca.
En conclusión, una historia basada en hechos reales que muestra los sentimientos más fríos y desgarradores del ser humano. Un vistazo a la vida de gente privilegiada que ha terminado muy mal gracias a sus ambiciosas desavenencias. Esta historia parecería confirmar que mientras más dinero se tiene, más insoportable es la idea de convivir con él, y que los grandes personajes también tienen grandes problemas, como cualquiera de nosotros los mortales. De todas maneras, sigo repitiendo ese famoso adagio moderno que expresa con sabiduría: “Prefiero llorar en un Ferrari que llorar esperando el bus”.